miércoles, 2 de junio de 2010

remover bien, enterrar y servir

Hace poco me presente al consurso de relato gastronomico que se celebra todos los años en el restaurante "el chiscon"



el otro dia se publicaron los ganadores y finalistas a los que les publicaran el relato.
Yo no fui uno de ellos, pero me basta con poder compartir con todo aquel que quiera leerlo mi relato.

El tema de este año era "Gastronomia y magia" y por eso me atrajo tanto esta edicion del concurso

Espero que lo disfruteis tanto como yo lo disfute escribiendolo:

Remover bien, enterrar y servir.

Arturo se asomó por la ventana de su antiguo cuarto, aquella ventana que daba al jardín, tímidamente se acercó al borde y se reclinó un poco para poder ver mejor la zona donde crecían las plantas que su madre utilizaba desde hacia años para cocinar.


“inexplicable” había dicho su madre un buen día mientras el estudiaba sus pesados y tediosos libros de programación aplicada a base de datos y objetos en la mesa de la cocina, aquello fue cuando cursaba primero de informática y aun vivía con sus padres, “Totalmente inexplicable Arturito” continuó diciendo su madre mientras entraba en la cocina con un manojo de romero en las manos. “Hijo mío, ¿Tu por casualidad no habrás plantado romero, albahaca y esas cosas en el jardín?”.


Arturo la miró desconcertado, ¿Plantar que? Pensó. Ni siquiera sabia el aspecto que tenia la albahaca ¿Como iba a plantarla entonces?, “No Mama, yo no he…” Pero antes de terminar la frase comprendió lo que estaba ocurriendo. ¡El jardín! Claro, como demonios se le había ocurrido enterrar aquella dichosa olla allí, tenía que haberlo imaginado. Desde el primer momento que la tuvo en sus manos no había echo mas que traerle problemas y mas problemas.


Hacia ya unos meses atrás Arturo había asistido a una feria medieval que se celebraba todos los años, había disfrutado con el excelente ambiente, las justas, los paseos por el antiguo castillo, los tenderetes y los magníficos espectáculos. También del buen vino, la excelente cerveza, los sabrosos quesos y la deliciosa carne asada.


Además había tenido la oportunidad de participar en varios talleres más que interesantes como el de elaboración de pan, donde descubrió que en la edad media en los banquetes se servia un pan al que denominaban “trinchero”, que no era mas que una gruesa rebanada de pan sin levadura que se utilizaría como plato, y que una vez terminada la comida podías comerte o dársela a algún mendigo. También en este taller descubrió que la palabra “compañía” deriva de “Aquel con quien compartes el pan” y uno de los ritos de la edad media, en la cual una pareja solo estaba realmente casada después de haber comido juntos, pues se consideraba esto la forma más importante de expresar la compañía.


Mientras paseaba tranquilamente por la feria escuchó las voces, parecía un hombre mayor anunciando algo a grito pelado, pero no sabia muy bien de donde venían las voces, “gran premio” proclamaba o algo así le parecía entender a Arturo, sin pensárselo dos veces se encamino hacia donde creía que venia aquella voz, una voz que tenia algo que parecía arrastrarle, y aunque sabia que era imposible, le había parecido escuchar varias veces su nombre…


Según se acercaba a su destino parecía que mas gente se congregaba en aquella zona, quizás también atraídos por la voz, o quizás por el mensaje que esta lanzaba, aunque Arturo parecía que no era capaz de descifrarlo, parecía oír sin escuchar.


Y fue así hasta que se encontró delante del dueño de aquella voz, se trataba de un anciano de pelo largo y barba rasa, llevaba una larga tunica azul con pequeñas estrellas doradas bordadas que se reflejaban al sol con los movimientos, dándote la impresión de que observabas la mismísima noche a la luz del día, en la cabeza llevaba un gorro puntiagudo y algo ajado, y sus botas tenían hebillas plateadas que parecían serpentear formando una “M” mayúscula. Estaba situado delante de un tenderete que tenía las cortinas echadas, por lo que no podías ver que se encontraba en su interior.


-¿Eres tu Arturo? – le pregunto, de la boca de Arturo solo salieron algunos balbuceos, ¿como había sabido su nombre? ¿Acaso lo conocía de algo?

– Respóndeme muchacho, a demasiados e visto como tu, con mirada perdida pero llena de esperanza por ser el siguiente.-

- ¿El... el siguiente?- Consiguió por fin vocalizar - ¿El siguiente para que?-

- Pues para que a va a ser chico, tu serás el rey.-

- Que yo seré… -


Pero antes de que pudiese terminar la frase el anciano tiró de una cuerda que estaba a su lado y se descorrieron las cortinas, tras ellas se encontraba una roca que tenia un aspecto increíble a cartón piedra con una espada clavada en ella.


El anciano empezó a anunciar a gritos: “Solo el autentico rey descendiente de Arturo podrá extraer la espada de la roca, Prueben suerte señores, saquen de su interior al rey que tienen escondido, no se arrepentirán”


Arturo miró a la piedra decepcionado, ya sabia por que le había parecido escuchar su nombre y se sentía cada vez mas estupido, ¿Cómo había sido atraído a ese lugar si tan solo era un puesto donde timaban a los paletos?, se dispuso a marcharse cuando el anciano le agarro rápidamente del brazo, era extrañamente fuerte para el aspecto demacrado que presentaba, “No chico, tu te quedas aquí” le dijo en un susurro. Entonces proclamo: - ¡Aquí tenemos a nuestro campeón de hoy!, ¿será este chico el elegido? ¿O nos habrá echo perder nuestro preciado tiempo? –


El anciano le dio un suave empujoncito hacia la espada y le asintió con la mirada. Arturo no se podía creer lo que estaba haciendo, acercó sus manos al mango, era de cuero y raspaba, y lo apretó con fuerza, entonces sin pensarlo tiró de la espada y… Esta se quedó en su sitio.

Cuando la soltó la gente de alrededor ya había empezado a disgregarse y dejandolo prácticamente a solas con el anciano.


- Vaya, parece que al fin y al cabo aun no eres el elegido - Le dijo el anciano mientras rebuscaba entre sus trastos

- A que se refiere con aun – Pregunto extrañado, pues lo que había dicho el anciano no era lo que esperaba, esperaba algo así como “La prueba cuesta 5 euros” o algo por el estilo.


El anciano terminó de rebuscar y le entregó una caja de madera, tenia unos tallados extraños, no sabría decir si eran jeroglíficos egipcios, kanjis japoneses, escritura árabe o algo que aunaba todas las culturas que podría llegar a conocer jamás.


Mientras Arturo la abría el anciano le dijo:


- Aun no eres el elegido, por que un verdadero rey debe preocuparse por alimentar a sus súbditos antes que cualquier otra cosa –


En el interior de la caja había una rudimentaria olla de metal. Y aunque parecía tener siglos de antigüedad brillaba como si fuese el primer día en que fuera a ser usada.

Cuando Arturo levantó la vista el anciano había desaparecido, la espada estaba allí y el tenderete, pero ni una señal del anciano.


Esa misma noche en su habitación volvió a mirar aquella extraña olla que no parecía tener nada en especial y a partir de ese punto en la vida de Arturo durante esa noche todo pareció transcurrir como en un sueño,


Batía huevos con leche y zumo de limón, cortaba los arandanos, añadía la mantequilla, mezclaba harina, bicarbonato, azúcar y sal en un recipiente aparte, mezclaba todo bien, vertía varios cucharones de masa sobre una sartén, incorporaba los arandanos y …. Lo siguiente que recordaba era estar sirviendo en la mesa una torre de tortitas para su familia.


Arturo se dijo a si mismo que todo eso no podía ser posible, además lo que más le preocupaba es que ahora recordaba como preparar esas tortitas a la perfección, ¿Cómo había sabido la receta desde un principio? Seguramente habría sido algún tipo de lapsus psicológico culinario. Habría escuchado la receta en algún canal de cocina que tuviese puesto su madre mientras el estudiaba cerca y su subconsciente le había jugado una mala pasada.


Pero Arturo se pudo contentar poco tiempo con esta explicación, pues esa noche escuchó susurros procedentes de dentro de la caja y cuando aterrorizado se acercó, volvió a tener uno de esos episodios culinarios con el piloto automático.


Cuando volvió en si en mitad de la cocina, con un pavo relleno preparándose en el horno, cogió la olla que, aunque la había utilizado para la elaboración de una salsa, parecía estar totalmente limpia y salió al jardín donde, desesperado, la enterró.


Por eso cuando La madre de Arturo le preguntó por la albahaca comprendió lo que sucedía, aquella olla intentaba seguir expresándose culinariamente.


Pero ni siquiera en ese momento seria capaz de desenterrarla, así que siguió adelante con su vida, sacó su carrera de “informático” y se independizó. Su madre siguió utilizando las plantas alimenticias que le crecían en el jardín, que curiosamente siempre eran las que ella necesitaba para cocinar. Aunque nunca pareció darse cuenta de aquel detalle.


Durante los dos años siguientes Arturo buscó al anciano cada vez que se celebró la feria medieval, se pasaba la semana completa buscando entre tenderetes y preguntando a la gente por el extraño vendedor con el sombrero puntiagudo y las botas con una “M” mayúscula en plata. Nunca volvió a saber nada del anciano, y Arturo decidió olvidarse de todo aquel extraño tema.

Hasta aquel día, en el que Arturo miraba por la ventana al lugar donde la olla se encontraba enterrada y había pasado ya 10 años desde el día que lo hiciera.


Ya no era un joven, ahora era un hombre, tenía una hija pequeña llamada Avalon y vivía junto a su esposa en una casita preciosa. Aun pagaban la hipoteca, pero las cosas no les iban mal, podían incluso permitirse algunos caprichos de vez en cuando, y las cosas en el trabajo no le podían ir mejor, trabajaba como programador de aplicaciones en una gran empresa y sus últimos proyectos habían sido todos un éxito. Pero al mirar por aquella ventana hacia donde se encontraba aquella olla se sintió completamente vacío.


Comprendió que por mucho éxito que pudiesen tener sus últimos proyectos, no le hacían sentirse completo, que aunque su familia era maravillosa jamás les había dado nada que hubiese creado con sus propias manos. Comprendió que no era un verdadero rey…


No pudo soportarlo más y bajó las escaleras a toda prisa para salir al jardín, cuando llegó al lugar donde había enterrado la olla se encontró con que las plantas que tan habitualmente usaba su madre estaban cuidadosamente ordenadas a un lado y conservaban sus raíces, dejando libre el espacio necesario para desenterrar la olla. “Lo sabe” Pensó, “Sabe que ha llegado el momento”.

Cuando por fin libró la olla de su cautiverio descubrió que aunque había pasado diez años bajo tierra seguía igual de reluciente que el primer día que la miró delante del puesto del anciano. Luego con cuidado volvió a plantar la albahaca, el romero y la hierbabuena que estaba a su lado.


No perdió el tiempo y llamó a su mujer, para explicarle que aquella noche dormiría en casa de sus padres. Tras una deliciosa cena, preparada por su madre y condimentada con las plantas que quedaban en el jardín, Arturo se retiró a su habitación, impaciente por descubrir que maravilla aprendería a cocinar mediante la magia culinaria de la extraña olla.


Sentado en su antigua cama observó el cuarto, había cambiado muchísimo, sus padres lo utilizaban ahora como habitación para invitados, y donde antiguamente había pósters arrugados de grupos de rock y hojas con anuncios de su interés, arrancadas de revistas, ahora colgaban unos cuadros más bien sosos. El escritorio por donde desparramaba cómics se había transformado en una estantería doble llena de enciclopedias y libros que por su aspecto jamás habían sido abiertos, y que seguramente si estuvieran en blanco nadie llegaría a descubrirlo jamás.


Y pese a todos esos cambios, Arturo se sentía como si todo siguiese tal y como el lo dejo, pues dentro suya podía sentir que aquel era su cuarto, el cuarto donde una vez tuvo cabida la magia.


Durante largo rato continuo Arturo despierto, observando los relieves tallados de la caja donde guardaba la olla, siguiendo las muescas con sus dedos hasta que el cansancio por fin se apoderó de el. Así colocó la caja a su lado en la mesita de noche y poco a poco fue cerrando los ojos en aquella cama, donde sabia con certeza que no despertaría a la mañana siguiente.


Por eso la desilusión fue aun mas grande cuando Arturo volvió a abrir los ojos, pues no solo seguía en la cama, sino que además sabia con certeza que no había aprendido absolutamente nada aquella noche.


Una rabia incontrolable le invadió, por lo que lanzó la caja con la olla lo más fuerte que pudo contra la estantería. No comprendía por que no había funcionado, ¿Por qué se le arrebataba aquella oportunidad de las manos? Sabía que la olla seguía siendo mágica, sino no se explicaba las plantas y que siempre estuviese reluciente. ¿Pero por qué ahora ya no le traspasaba aquellos conocimientos? ¿Acaso ya no era digno de ellos por haber renunciado una vez?


Pesadamente se puso de pie y miró hacia el lugar donde había lanzado la caja. Un pequeño papel oscuro parecía haberse deslizado de ella y el sol que entraba por la ventana iluminaba unos pequeños puntos dorados en el, casi como si observaras la noche en pleno… ¡Arturo se lanzó al suelo emocionado! ¡Sabia de quien procedía aquel papel! Lo desdobló con cuidado pero con prisas y leyó: - “un verdadero rey debe preocuparse por alimentar a sus súbditos antes que cualquier otra cosa” - Las ultimas palabras que le había dicho el anciano antes de desaparecer.


Volvió a mirar la olla y entonces lo comprendió todo inmediatamente, para ser rey no había un camino rápido, no bastaba con cerrar los ojos y esperar que las recetas saltasen a su cerebro. Si realmente lo deseaba tendría que esforzarse y aprender poco a poco, aprender a alimentar a los suyos.


A partir de ese día comenzó la mayor de las aventuras que jamás viviría en su vida, una aventura repleta de conocimiento que empezaría con Arturo aprendiendo de su madre todas aquellas recetas y técnicas que con la edad había ido madurando y perfeccionando.


Mientras devoraba un libro de cocina tras otro y pasaba el tiempo, iba guardando una cantidad de su sueldo para cierto proyecto de futuro. Aun seguía encerrado en aquel trabajo que no le aportaba satisfacción, pero gracias a la cocina se sentía cada vez mas completo.


Hasta que un día reunió la fuerza suficiente para buscar trabajo como ayudante de cocina, sabía que ya no podría permitirse ciertos caprichos y que tendría que sacrificar tiempos de ocio. Pero la vida entre fogones le recompensaba en comparación con la vida entre ordenadores.


De eso hace ya cinco años, y puedo asegurar que Arturo se ha convertido en un verdadero rey, ¿Cómo?

En la actualidad regenta un pequeño negocio llamado la mesa redonda, de plantilla reducida donde todo el mundo expone sus ideas como un igual. Donde los menús tienen un extraño toque mágico y siempre hay lugar para el conocimiento.


Puede ser que no hayas oído hablar de el, que no sea famoso por sus hazañas o grandes conquistas. Pero cree a este viejo anciano cuando te digo que Arturo es un verdadero rey, un rey capaz de exigirse a si mismo superar grandes retos para cuidar de los suyos, un rey que abandono una vida de comodidades para esforzarse al máximo en conseguir lo que se proponía, un rey digno de una gran espada, aunque el siempre preferirá una espátula.


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¿Que os a parecido?


opiniones opiniones!!!


ahh! y mis felicitaciones a los ganadores!! que espero impaciente poder leerlos en el libro que publicare el chiscon.

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