Ante mi, encendido, con su batería acortándose cada segundo que pasa y con el peculiar sonido que causan mis dedos al presionar sobre sus teclas, se encuentra mi ordenador portátil, con su característico color rojo.
El ordenador descansa sobre una mesa de madera, a su derecha se encuentran tres objetos, el primero de ellos es una concha marina, con un numero 27 pintado con tempera azul que cubre casi toda su superficie.
El segundo es un simple cenicero de cerámica, el típico cenicero redondo, con una tapa con una pequeña obertura. En sus muescas se distingue el color amarillento que deja la nicotina a su paso.
El tercer objeto es una taza, también de cerámica blanca, y en su interior un café con leche, acompañada de dos sobres de azúcar.
Pero lo importante de esta mesa no es su contenido, si no su ocupación, pues se encuentra en la terraza de el chiringuito/restaurante/sushi bar "Can Vent", un nombre de lo mas acertado, si tenemos en cuenta las corrientes de aire que coinciden justo en la situación de este peculiar local.
Y lo mejor de la mesa, sus vistas, pues si vuelvo la cabeza hacia mi derecha, podre observar una veintena de mesas hermanas a esta. Desocupadas, tristes, esperando a los comensales que les darán vida. Reposan sobre un suelo de madera y sobre ellas cuelgan cientos de pequeñas bombillas de un techo formado por vigas de madera blancas. al fondo, un chico asiático prepara con rapidez y eficiencia el sushi que en aproximadamente unos 20 minutos sera expuesto en el buffet.
poco a poco mi mirada va desplazándose hacia la izquierda, para encontrarme con una terraza, con múltiples sofás y con el suelo cubierto de arena, la misma arena que forma la playa que se encuentra a menos de 5 metros.
Pues si continuo con la trayectoria de mi mirada eso es con lo que me encuentro, con la magnifica playa de Est Pujol, de blancas y finas arenas, y con un agua transparente, que en contraste con el brillo del sol crea unos colores turquesas dignos de admirar.
el sol ya apenas roza estas arenas, por lo que la playa luce casi vacía, solo los últimos rezagados descansan sobre la arena, con sus toallas, y observan plácidamente la linea del mar. Un mar en el que a estas horas ya nadie se baña y por el que se mueven las barcas de pesca y recreo.
Termina el recorrido de mi visión con el paseo marítimo, con sus tenderetes de artesanía que empiezan a montarse, sus dependientes que muestran la mercancía a un publico formado casi exclusivamente por turistas, ya que los que vivimos en esta pequeña isla ya hemos observado demasiadas veces sus obras y artículos.
También en el paseo se pueden ver más mesas, como esta en la que comenzó el recorrido, mesas que pertenecen a diferentes establecimientos de hostelería, sean restaurantes o cafeterías, todas esas mesas contemplan una visión parecida a esta, el mar, el ancho y tranquilo mar, con sus turquesas aguas y que al fondo deja ver otra isla, Ibiza, Hermana mayor de este pequeño lugar que es Formentera. Esta pequeña isla de la que ya casi estoy a punto de despedirme,Pues tan salo una veintena de dias me quedan para marcharme de esta isla, a la que durante algunos meses he llamado mi hogar.
Ha quedado bien, sí.
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